Madame Sushita
Paseo de la Habana, 15, 28036 Madrid
«Un crítico puede tener razón contra una obra y la obra mayor razón contra el crítico», Benavente
21/8/2017 - Por A.M.
En el último tercio del siglo XIX, Japón se puso se moda en Occidente. Se firmaron los primeros acuerdos comerciales con Estados Unidos y Europa y la moda, el arte, la artesanía e incluso la música nipona empezaron a extenderse como la pólvora. Se contemplaron, por primera vez, fotografías de geishas y paisajes del país que luego aparecerían en mobiliario, cuadros, figurines franceses, ingleses, españoles. En 1862, se celebró en Londres la primera exposición de Arte y Diseño Japonés. Cinco años después, el país del sol naciente participaba en la Exposición Universal de París.
La fiebre ya se había desatado y el interés por Japón en Occidente permanecería para siempre pero hoy más que nunca (pongamos que hablo de Madrid).
En el Teatro Real se representa la trágica historia de la geisha Cio Cio San, mejor conocida como Madama Butterfly, el clásico de Giacomo Puccini que cumple 100 años de su primer representación. En el Museo Thyssen se puede visitar Madama Butterfly y la atracción por Japón. Madrid, 1868-1915, una exposición con la que indagar en el temprano coleccionismo madrileño de arte japonés y en la impronta que dejó en pintores e ilustradores activos en la capital en el cambio de siglo. Y Madame Sushita abre sus puertas.
Unas puertas que cuando se cruzan, te trasladan a ese final del siglo XIX fascinado por Japón, a un salón de París de armoniosas estanterías rojas, repletas de libros, que consiguen crear el ambiente más romántico que jamás haya habido: una biblioteca.
Quieres abrir la carta pero prefieres tocar los libros. Molestar al resto de comensales. Interrumpir sus conversaciones con el fin de hojear esa colección que, desde la distancia, tan buena pinta tiene. ¿Al lado de quien cenaré esta noche? ¿Sherlock Holmes? ¿Mr. Darcy? ¿Sancho Panza?
Sile, nole... Como si fueran cromos, repasas si siguen en tu lista de pendientes. Descubres una nueva edición de un clásico mientras la Asahi o el estar rodeado de libros hace sus efectos.
¿Tsundoku? Hay 14.000 libros. ¿Wabi sabi? Porque no son libros nuevos y perfectos, son de segunda mano y, por ello, aun más bellos.
Porque ya han sido leídos.