Esa frase se me quedó grabada y me vino a la mente el pasado fin de semana en el que esta vez era yo quien no dejaba irse a casa a unos amigos que alegaban que allí «ya no pintaban nada». Ni las cervezas y aperitivos varios que saqué, ni las suplicas y la música a mayor volumen que puse... Se fueron, por lo que obviamente, juré retirarles la palabra.
A los 5 minutos ya ni me acordaba, ni me importaba, tan solo retumbaba aquella frase sobre salir en el momento debido de un sitio. Irse justo a tiempo.
II. Está la despedida a la francesa: retirarse sin despedirse para que, como en la corte francesa, nadie se desmotive y the show must go on o más bien, que el mensaje de «me voy a casa» sea enviado desde tu cama. Está la despedida a la española, en la que anuncias tanto tu partida, que te acaban invitando a una copa y acabas sumando otra hora. Y luego está la despedida a la Dickens que contaba Miqui Otero el otro día en un podcast, que consiste en contar tu mejor anécdota, tu mejor gracia o chiste y desaparecer cuál lluvia de estrellas dejando a todo el mundo muriéndose de la risa o en el asombro, con ganas de más, en todo lo alto, como hacía el escritor, mientras tú ya estás en el coche de carruajes o nowadays en el taxi, más solo que la una pero sintiéndote invencible.
III. Hay tres preguntas que no fallan entre un adulto y un niño que no se conocen: cómo te llamas, cuántos años tienes y qué quieres ser de mayor. Una introducción que pone en situación sobre la criatura a la parte adulta de la ecuación y para la que un conocido mío, tras haber visto unas cien veces Sonrisas y Lágrimas, con menos de 4 años, contestó su nombre, su edad y «una buena monja» ante la carcajada de los allí presentes.
Esta inocente respuesta siempre me pareció entrañable pero no entendí su verdadero trasfondo hasta que leí Belén Carmelita Descalza. Nuestra hija, sobre una monja de clausura que falleció en 2018, a los 33 años, en el Convento de la Virgen de la Sierra en San Calixto y que en tan poco recorrido de vida emocionó y enganchó a tantos. Nació en una familia de posibles, que se diría antaño, pero no pudo contra la llamada de la cruz como decía ella y entregó su vida a Dios e indirectamente a todos como se confirma en los testimonios de quienes la conocieron, que se vieron marcados por sus palabras o gestos simples que se recogen en este libro.
Porque Belén no hizo nada de Marvel, no abrió los mares, curó a leprosos y ciegos o multiplicó panes y peces pero logró el milagro en lo cotidiano concentrada en ser una buena monja. Y cuando se puso enferma y finalmente le llegó el momento de irse, supo hacerlo de la mejor de las maneras.
IV. Se acaba el 2024, y con ello empiezan los balances, el wrapped, la lista de propósitos cuando solo deberíamos hacernos una pregunta a diario. ¿Cómo quiero que me recuerden? A mi me gustaría que se acordasen de mí como alguien que sabía irse de las fiestas, los trabajos, las quedadas, del newsletter de Linkedin, con mis defectos y mis cosas buenas.
Como alguien que intentaba hacerlo a lo Dickens y acababa siendo a la francesa.
Pero en plan bien.
Feliz Navidad y gracias de corazón por leerme.
Continuará.