«Pues no sé por qué no podría haber una máquina que escribiese cartas de amor. ¿No son todas iguales?», George Bernard Shaw

Encuentra tu librería

Visto en LinkedIn

Una pasión

Claude Monet en su estudio

-

«- Escribano, ¿qué es Racing para usted?
- Una pasión, querido.
- ¿Aunque hace nueve años que no sale campeón?
- Una pasión es una pasión.
- ¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia... de novia, de religión, de Dios... pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín... no puede cambiar... de pasión».

El otro día me vino a la mente esta espectacular escena de El secreto de sus ojos (2010), una de las razones por la cual estoy segura de que le dieron el merecido Oscar a la mejor película extranjera. En esta, el agente judicial Pablo Sandoval le explica a su superior Benjamín Expósito cómo, ¡por fin!, podrán dar con el asesino de Liliana Colotto y no es otra que ir a buscarlo a los partidos del Racing Club, su equipo de fútbol o mejor dicho… Su pasión.

Rememoré este guión por algo que nada tiene que ver con encerrar a criminales: tras ver la exposición que recopila más de 50 obras maestras del Musée Marmottan Monet del padre del movimiento impresionista Claude Monet que acaban de inaugurar en CentroCentro Cibeles.

Monet (1840-1926), de sobra conocido por su campo de amapolas en Argenteuil, la serie de la catedral de Rouen, el estanque de ninfeas en Giverny o el brumoso parlamento de Londres, nació, vivió y murió por y para el arte. De su trayectoria, dos cuestiones me llamaron la atención.

Monet poseía obras de Cézanne, Renoir, Manet, Delacroix. Era un gran coleccionista y para evidenciarlo, la muestra arranca con unos cuadros que no son del pintor parisino pero de los que no se separó nunca. Por otro lado, para recalcar su incansable estudio de la luz, el recorrido termina con algunos de los lienzos realizados cuando ya padecía cataratas. Siguió pintando pero, como se puede ver comparando motivos que solía repetir de su jardín (como los nenúfares), los detalles se difuminan, desaparecen los azules y los rojos y amarillos se vuelven predominantes. Él, gran defensor de que las cosas pintadas al natural tenían más vivacidad, no podía evitar seguir retratando su jardín acuático viese como viese.

El estanque de los nenúfares, 1899 

El puente japonés (con cataratas), 1922.

El puente japonés (con afaquia), 1926.

Pienso mucho en la recomendación de «no hacer de tu afición tu profesión» porque aunque los pros son evidentes (puedes trabajar en lo que más te gusta y teniendo en cuenta las horas que le dedicas, no parece mala idea), las desventajas también están ahí: tu vía de escape pasa a ser tu rutina con sus presiones y estreses varios.

¿Pero qué haces cuando te pasa como a Monet? ¿Acaso de no haber pintado bien no se hubiese dedicado a algo, fuese lo que fuese, relacionado con el arte?

«Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida», dijo Confucio. Quizá es demasiado idealista pero si tienes la suerte de que algo te obsesione y emocione a la par y encima tienes el talento para desarrollarlo, no trates de huir por mucho miedo que inicialmente te dé.

Porque «podrás cambiar de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios»... Pero no podrás cambiar de pasión.