«Los libros son el mejor viático que he encontrado para este humano viaje», Michel de Montaigne

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Las cuatro C

Jardín de Yuste

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Hace unos días escuchaba a Leticia Sala en el Hotel Jorge Juan de Javier Aznar. La escritora volvía al podcast, tras haberse sometido en su primera visita al cuestionario Proust para en esta ocasión plantear su propio interrogatorio, siempre fiel a su osadía y genialidad.

Una de las preguntas me perturbó en particular.

L.S.: ¿Cómo definirías la mediocridad?

J.A.: En mi cabeza, lo relaciono con ausencia de curiosidad.

Y me acordé de mi padre. Ni mucho menos como mediocre (papá, no vayas a desheredarme), sino todo lo contrario: de cómo una pregunta que se hizo (¿pero qué hacen 180 alemanes enterrados en Extremadura?) nos arrastró a todos esta Semana Santa de visita al cementerio alemán de Cuacos y, por ende, al Monasterio de Yuste.

Para quien no conozca el Monasterio, este fue el lugar que eligió Carlos I de España y V de Alemania, de entre todo el Imperio, para pasar, tras abdicar, sus últimos años de vida. Está en la zona de La Vera (donde el pimentón), cerca de Cáceres, y hasta 2009 vivieron en él monjes de la Orden de San Jerónimo, la misma que acompañó al monarca durante su estancia.

La primera vez que estuve, me impresionó la belleza y paz del lugar, el refectorio, el cuarto dando al altar para escuchar misa desde la cama, la silla para curar la gota y la devoción del Rey por Isabel de Portugal (todo de negro, aún de luto) pero en esta segunda visita promovida por mi progenitor fueron otros detalles los que me llamaron la atención: la chimenea con el tiro al revés para no tener humo en el dormitorio (impresionante avance que había visto en Bélgica y mandó replicar) y los inventos de un italiano, un tal Juanelo Turriano. Y como mi padre espeté… ¿pero qué hace un chico como él en un sitio como este?

Turriano, astrónomo, ingeniero, matemático llamó la atención del Rey muchos años antes de Yuste por su trabajo de relojero, en concreto por el reloj planetario: un mecanismo de 1.500 ruedas cuyo desplazamiento tenía que estar perfectamente regulado para señalar, no sólo los días, las horas y los minutos, sino los movimientos de todos los planetas entonces conocidos. Desde aquello, el Rey promovió su carrera con encargos de todo tipo. Tras su muerte, el apoyo real continuó con su hijo Felipe II, quien entre otras tareas, le encargó un artificio para elevar el agua desde el río Tajo hasta el Alcázar de Toledo que, aunque desapareció en el siglo XVII, perduró mucho tiempo en la memoria colectiva de la ciudad.

¿Era, por tanto, posible aproximarse a la fascinante vida y creaciones de Turriano sin adentrarse en los intereses de los Austrias? No. Pasaba a sentirme en modo La vida de Brian… «¿Qué han hecho los romanos por nosotros?».

Esta mano amiga, hoy en el mundo de las start ups y salvando las diferencias, bien podrían ser los business angels, un anglicismo usado para definir aquel «individuo que toma sus propias decisiones de inversión y que aporta su propio dinero, y en ocasiones su tiempo, a empresas no cotizadas promovidas por personas que le son ajenas», desempeñando por tanto un papel fundamental en el ciclo inicial de una compañía y un papel definitivo para cualquier emprendedor.

Y uno se da cuenta de que los proyectos y carrera de uno muchas veces están directamente ligados a unos socios capitalistas que apostaron por ellos. ¿Buscando una contraprestación? Está claro. Pero con riesgo, análisis, instinto y quizá con, como diría el abuelo de Alcaraz, con cabeza, corazón y cojones y añado una c… Curiosidad. Que puede hacerte más sabio, más interesante, más rico de espíritu y otros tipos de riqueza más mundana pero que por encima y más relevante, te invita a dar el primer paso. Ese momento en el que piensas…

«There is freedom waiting for you,

On the breezes of the sky,

And you ask

What if I fall?

Oh but my darling,

What if you fly?», Erin Hanson