«Quien jamás ha fracasado en algo no puede alcanzar la grandeza», Herman Melville

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Solo puede quedar uno

Lucky Luke lo sabía

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I. Las tablas de multiplicar siempre se me dieron fatal. Aunque acababa aprobando, en julio y ya por tanto terminado el curso, recuerdo las aguadillas de mi hermano en la piscina tras un «¿cuánto son 7x8?» que me pillaba desprevenida con respuesta, por supuesto, equivocada por mi parte y, entre risas, tragar mucho cloro. Bastantes años después, el fin de semana pasado en concreto, me encuentro haciéndole el tercer grado también a mi pobre sobrino. No con aguadillas (podéis desmarcar el 911) pero sí inquisitivamente, justo antes de sentarse a cenar y ya en pijama. «A ver, ¿cuáles son los días de la semana?». Con la diferencia que obtuve, para mi sorpresa, una perfecta solución cantada: «lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo» y un pequeño apunte, también musical: «siete días tiene la semana, cinco en el cole y dos en casa». Y ahí estaba yo, una noche de sábado, sin dejar a la criatura respirar tranquila.

II. En Crudo, Anthony Bourdain dedica media página a elogiar el primer sorbo de cerveza fría después del trabajo. «No hay nada como eso. Es la clase de satisfacción que no puede darte ningún éxito de ventas. Ningún programa de televisión, ningún público, nada. Ese momento exacto que viene después de una noche larga y agotadora, cuando te sientas en la barra con tus compañeros, te limpias el sudor del cuello, respiras hondo, entre tácitas felicitaciones mutuas... y das ese primer sorbo de cerveza fría, helada. Ese sorbo sabe a victoria». Bourdain escribió esto en 2010. Hoy, si hiciese el símil sería como cerrar el ordenador a las 20:00, salir a la calle y que todavía fuese de día; llegar a casa, quitarte los zapatos y tirarte en el sofá o, sin duda, una quedada con amigos o compañeros que suena mejor en inglés (after work). Pero hoy se dificulta. Algo rectangular vibra en nuestro bolsillo, suena en nuestro bolso, es capaz de alterarnos, nos notifica con constantes avisos, espera que lo chequeemos con frecuencia o simplemente nos hace saber que el elefante todavía estaba ahí, como si alguien te cogiese de la camisa y te dijese «¿a dónde crees que vas?».

III. Una de mis escenas favoritas de Hook, la película en carne y hueso de Peter Pan protagonizada por Robin Williams, no tiene nada de fantasioso, ni de País de Nunca Jamás. Ocurre al principio, cuando la abuela está de visita y Peter atiende una llamada de trabajo sobre un importante deal con sus hijos de fondo haciendo ruido (o siendo niños) en la habitación. Peter entra en cólera por la bulla montada y los saca fuera del cuarto para atender una nueva llamada de la oficina después de que su mujer le prevenga de que tiene desatendida a su familia. Peter hace oídos sordos y se centra en el teléfono cuando, de pronto, la mujer, decidida y en un arrebato, coge el móvil y lo tira por la ventana, cayendo éste en la nieve. Cuando vi este episodio siendo una niña, me emocionó la valentía de la señora que con su gesto invitaba al luego líder de los niños perdidos a poner todo en perspectiva. You are missing it, sentenciaba.

IV. No consigo encontrarla pero juraría haber visto una viñeta del New Yorker en la que le dicen al afectado que ha perdido todo en bolsa. Son las 18:00 de un viernes y comenta algo como que, total, ya se preocupará el lunes (juraría que con los palos del golf bajo el brazo). Algo similar, aprendí con uno de los libros de Milena Busquets, También esto pasará. El título está basado en la fábula persa que cuenta que un rey poderoso pidió a unos sabios que creasen un anillo que le hiciese feliz en todos los momentos. Después de deliberar, los sabios le entregaron un anillo sencillo, para leer en momentos tristes pero también felices, con el siguiente mensaje: «Esto también pasará».

V. Obviamente el móvil da muchísimas ventajas. Puedes teletrabajar, puedes contestar desde el autobús, puedes inspirarte con las redes sociales, tienes toda la información a tu alcance, toda la velocidad y herramientas del mundo, pero acabas enganchándote, no puedes desconectar y pasas de tus propios consejos: no usarlo de despertador para no tenerlo en la mesilla, distinguir entre lo urgente y lo importante, tener el de empresa y el personal, programar correos o escribirlo en notas si algo que te agobia en vez de pasarte toda la noche dándole vueltas... Y caes en el título del libro de Leticia Sala. Te encuentras Scrolling after sex.

El móvil es necesario y muy útil pero, a veces, puede ser como un duelo en el Lejano Oeste. Solo puede quedar uno. Por lo que si eres un pistolero y te va la marcha, te resulta inevitable, lo necesitas para alcanzar tu fama, salvaguardar tu honor o simplemente mantenerte vivo, ojo... Que puede ser más rápido que su sombra.

Desenfunda vaquero.