«Cinco cosas le agradaban mucho: leña seca para quemar, caballo viejo para caminar, vino añejo para beber, amigos ancianos para conversar y libros antiguos para leer», Alfonso V, rey de Aragón, El Magnánimo

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Deja que brillen (y tú también lo harás)

Tengo un proyector de estrellas

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I. Hace unos veranos pasé una semana navegando por la costa croata con unas amigas. Una auténtica maravilla de sol, agua cristalina, ciudades medievales y, sí, también salíamos. En definitiva, unos días de vida pirata (frase que Pantomima Full rápidamente convertiría en un meme) para respirar en pareo, traje de baño, descalza, además de un vestido, una chaqueta y poco más. Aun así, pese a la ligereza a la que invitaba el viaje, embarcando, el marinero tuvo que ayudarnos a cargar nueve maletas, salvo alguna excepción, de lo más pesadas. En mi caso, «el muerto» estaba compuesto por tacones, modelitos y un sin fin de por si acaso que no llevaban a ninguna parte y que, por supuesto, no utilicé.

Ayer tras escuchar en un podcast que Giorgio Armani dice que «la maleta es inteligentemente proporcional a la seguridad que tiene uno en uno mismo», me quedé pensando... ¿La mía había sido un despropósito al ser mi primera vez viviendo en un barco y no saber qué meter o es que mis miedos, mis titubeos, mis complejos estaban ahí reflejados?

Unos años más tarde, volaba a Menorca a pasar un fin de semana a casa de una amiga; había reducido mi equipaje considerablemente (eran 2 noches y volaba en Ryanair) pero una de las personas del grupo solo llevaba un bolso grande con la cartera, el móvil, las llaves y cuatro cosas para la playa y salir a cenar. «¡Va solo con la muda!», pensé, «qué tía». Y el domingo al reconfirmar lo absurdo de haberme cambiado ocho veces de ropa con tal de usarlo todo, la miré y susurré para mis adentros... «Eso es tener mundo».

II. Hace un mes, me contaban una mala experiencia en la oficina. Tras pasar una semana entera, finde incluido, trabajando a fondo un documento importante, en el momento de exponerlo ante la dirección, su superior decidió que finalmente se encargaría él de presentarlo.

Hace un mes también, un amigo recordaba cómo su jefe le había pedido explicar en una universidad lo que hacían en el departamento. Inicialmente creyó que le había pasado un marrón, «a él le dará pereza», pero tras habérselo preparado (nunca había hecho algo similar) y salir triunfante de un auditorio lleno, comprendió. No era un engorro, su jefe podría haberlo hecho a pelo. Era un reto, una demostración de «soy el socio pero no acapararé todo el buen trabajo». Era un voto de confianza y lo había aprovechado.

III. Seguro que habréis visto que el mes pasado Sigourney Weaver recibió el Goya Internacional por su extensa y prolífica carrera. En la gala, durante el habitual discurso de agradecimiento, sorprendió a todos con una confesión... Bill Murray siempre le decía que sus interpretaciones eran muchísimo mejores dobladas en español, así que pensaba que esta persona también debería estar recogiendo el galardón. «Me ha doblado en unas 30 películas empezando por Alien. Su nombre es María Luisa Solá», anunciaba ante un público entusiasmado por semejante reconocimiento público a una figura como el actor de doblaje normalmente desconocida y en la sombra.

Los días siguientes, muchos medios entrevistaron a Solá para ver cómo lo había vivido. Solá, que lleva 70 años en la profesión (es Sigourney Weaver pero también Glenn Close, la princesa Leia, Susan Sarandon...), contaba que estaba viendo la gala y al oír su nombre, se acercó a la televisión a ver si estaba alucinando. Estaba emocionada, muy agradecida «a este pedazo de mujer», insistía en que no tenía por qué haberlo hecho y reconocía que darle protagonismo a otra persona mientras recibes un premio, «eso solo lo hacen los grandes, los que no tienen miedo a nada».

Vaciar la maleta. Recolocar los focos. Dejar que brillen. Actuar como una gran estrella de Hollywood. ¿Te dan la oportunidad de ser luz? Aprovecharlo. Ya lo decía Mark Twain…

«Aléjate de la gente que intenta menospreciar tus ambiciones. La gente pequeña siempre lo hace, pero los realmente grandes te hacen sentir que tú también puedes llegar a ser grande».