«No has hecho bien en publicar tus libros de doctrina oral; pues, ¿en qué aventajamos a otros ahora, si las cosas en las que hemos sido particularmente instruidos se revelan a todos?», Alejandro Magno

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Ahora o nunca

Foto de Bernard Plossu

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«Sucederá sin aviso, como la vejez y el desamor». Así arranca La Edad Media de la piel, uno de los textos más bonitos de Sergio del Molino, en el que con sensibilidad, nostalgia y sentido del humor nos advierte de la forma repentina en la que aparecen los años oscuros entre un padre y un hijo, aquellos que separan el beso paternal del primer beso con lengua. Esa época en la que el cuerpo del hijo se independiza y empiezan a quedar atrás los gestos de cariño, el ir de la mano, que se duerma a tu vera, para solo volver en los momentos de máxima felicidad, las bodas, las graduaciones, pero principalmente en los momentos más tristes, los funerales, las enfermedades.

Al igual que temo el día que me diga que me odia, intuyo que lo veré venir pero, en cambio, será tarde cuando me percate de que hace tiempo que no beso a mi hija. Por eso, entiendo que es tentador despertarlos cuando llegas tarde del trabajo, tratarlos como peluches o encontrarlos en tu cama y uno de los dos irse a dormir al sofá por miedo a que no vuelvan. Están «achu chanel», como se refirió un familiar por culpa del corrector de Whatsapp (quería poner achuchable) y por desgracia, por muy lapa que seas o madre molona, camino a la adolescencia, acabará ocurriendo: como en las últimas películas de Santiago Segura, estarás metida en un chat de padres y ellos harán que no te conocen al salir de clase.

Permitidme la osadía y el símil pero creo que esto mismo está ocurriendo con el debate. Al igual que pensaremos «tendría que haberle abrazado más», varias veces al mes uno se queda con las ganas: «tendría que haber dicho», «no debería haberme quedado callado», «¿será esto verdad?» en el ámbito social pero también en la oficina. Nos quedamos con la duda y alterados.

Entre Los 10 consejos para tener éxito en la vida del profesor Jesús Huerta de Soto están el entusiasmo, la constancia, la pre-ocupación, los idiomas...y mi favorita: TENER ESPÍRITU CRÍTICO. No dejarnos llevar, poner en cuarentena lo que nos digan, veamos, escuchamos; someterlo a análisis poniendo en práctica nuestras propias convicciones y conocimientos. No dejarnos manipular y si hay algo que pensamos que no es correcto, que hablemos porque aquí como en la paternidad, si uno no lo hace nadie va a socorrernos.

En estos tiempos en los cuales quien va a contracorriente o simplemente se cuestiona las cosas es rápidamente señalado, en el que hay tecnologías para que no tengamos que razonar y que estamos enganchados a unos dispositivos que nos hacen más vagos, conformistas y, por tanto, peligrosos quiero reivindicar a quienes escuchan, analizan y se arrancan. «He pensado que», «por lo que tengo entendido», «creo que también se podría», «no creo que eso esté bien»… Demuestran madurez, independencia, honradez e inteligencia. No son unos negativos de la vida, unos intolerantes, simplemente son unas personas que con educación y razones están dispuestas a dar el paso.

Saben que es ahora o nunca.